Figura 1: "La Nación Soñada" de Eduardo Posada Carbó. Imagen tomada de [1]
Capítulo 5 - "Intelectuales en tiempos de crisis"
A continuación, se muestra el resumen y reflexión del Capítulo 5 del libro que se muestra en la Figura 1. Esta entrada del blog está dividido en 3 secciones: Resumen, y dos reflexiones, la opinión del autor sobre la democracia y un intelectual público colombiano.
1) Resumen del autor
El capítulo se basa en las experiencias peculiares dentro del campus de la Universidad Javeriana desde el punto de vista de Eduardo Posada Carbó en 1947. En sus primeros años de estudio hizo parte de grupos estudiantiles relacionados al comunismo. Es de resaltar que esto se estaba viviendo dentro de una universidad privada y confesional, incluso llegando a un entorno donde las figuras de la revolución llegaban a ser parte de los entornos educativos. En el ambiente dominado por el marxismo-leninismo y la revolución se impuso también un desprecio hacia la democracia liberal. Es erróneo catalogar a todos los estudiantes de aquella época como guerrilleros en potencia; sin embargo, aunque muchos se alzaban en armas y seguían el camino de Vera Grave (exguerrillera del M19) otros eran indiferentes al tema o eran revolucionarios de pensamiento, y no de acción.
Eduardo Posada plantea en una primera instancia ofrecer algunas reflexiones sobre la forma como, en momentos de crisis, algunos de los mas destacados intelectuales de la época concebían la nacionalidad política. A su vez, como estas concepciones subestiman las tradiciones liberales y democráticas hasta negarle mayores valores al curso de la historia republicana colombiana. Finalmente, plantea la tesis de la revolución en armas, luego expone algunos personajes que a pesar de la proliferante revolución aún apoyan con vehemencia la democracia y finaliza con unas reflexión bastante interesantes sobre lo comentado. En este orden de ideas, se inicia con el primer objetivo del Eduardo Posada.
1.1) La nacionalidad en manos letradas
Cuando el congreso cerró en 1949 fue hito en una carrera desinstitucionalizadora marcado por una violencia marcada por los actos de 1948. Este evento finalizó en la dictadura militar del general Rojas Pinilla dadas entre 1953 y 1957. Posada hace un especial énfasis en dos autores de la época: Luis López de Mesa y Eduardo Caballero Calderón. De acuerdo con el autor, el primero era una figura difícilmente igualada en cuanto a su intelectualidad; y el otro autor era el mejor escritor vivo del país. Con base en lecturas de estos, trata de brindar un panorama general de lo que se avecina tras el acontecimiento ya mencionado.
Estos dos intelectuales y reconocidos escritores citados por el Posada tenían sinceros discursos derrotistas frente a la crisis de mediados del siglo XX. Por su parte, López de Mesa brindaba un panorama lleno de frustraciones, de un fracaso consecutivo, llegando incluso a crear una teoría de calamidades. Particularmente, López de Mesa no logró identificar la existencia de una nación, puesto que, en vez de lazos comunes, solo vio divisiones y desarticulaciones. De alguna forma, se puede clasificar que esto confluye en las barbaridades que se han vivido en ciertos acontecimientos nacionales.
López de Mesa no parece tener un aprecio por la política, puesto que las instituciones siempre fueron un blanco constante de su crítica. En el trabajo de Mesa “De como se ha formado la nación colombiana”¸ Luis comunica que los partidos políticos no solo activan la democracia de cierta manera, sino que en adición la pervierte. En estos partidos solo triunfan los vivos y a veces los ignorantes. Al igual que López de Mesa , Eduardo Caballero estaba de acuerdo con que los colombianos no éramos una nación y que nuestra historia se embarcaba solo en frustraciones sucesivas. Sin embargo, en él se notaba un sentimiento de vergüenza nacional y adversidad política aún más marcado. Eduardo, habría anticipado un discurso dominante de décadas recientes, donde se presta más atención a las diferencias que a las semejanzas entre las regiones.
López de Mesa y Eduardo, concibieron el tema nacional desde una perspectiva étnica y poco ética, porque esta estaba teñida por un abierto racismo que les impidió ver el desarrollo de la nacionalidad. Caballero hacia referencias peyorativas a indios, negros, mestizos y mulatos en sus escritos. Él retrataba al indígena como un ser naturalmente antidemocrático y al negro como un ser indolente, frágil y superficial, esto entre muchas acusaciones más. Caballero no hallaba una raza propiamente dicha, puesto que la característica de los colombianos radicaba en esto: su inestabilidad racial.
El contenido antipolítico de Caballero es de prestar atención ya que este personaje también hizo parte de esta. Previo a la escritura de estos texto de connotaciones contrarias al régimen, había sido diputado en las asambleas de Boyacá (1933-1935) y Cundinamarca (1943). Por otro lado, también fue funcionario del ministerios de relaciones entre otras cosas. Las diatribas de Caballero a la política fueron una condena, sin escrúpulos ni sutilezas a las practica de esta y sus agentes.
Caballero dentro de sus viajes por el país no veía más que ausencia política o en algunos casos una distintiva sensación de que esta misma iba en contra del sentir colombiano. El país podría oler maravillo, pero el olor nauseabundo de la política dejaba mucho que desear. Según Caballero, la política y los politicastros volvieron a Boyacá en una tierra de burócratas y a Santander una fosa de asesinos. Incluso, Caballero llego a determinar que los malos gobiernos y, por ende, los malos políticos son los culpables de corromper al país: “envenenando la sangre como un tósigo, y no le dejan levantar la cabeza”. Entre las otros componentes de la política que este ilustre comentaba con vigor, tenia un especial parlamento acerca de la inutilidad de los partidos y el poco aprecio hacia el sufragio. Para Caballero, el decaimiento general de la patria era una consecuencia de una ascensión rápida del mulato y el mestizo en las posiciones directivas, provocando así un detrimento o del hombre blanco.
Es posible afirmar que ni las “Cartas colombianas” o “Historia intima” fueron respuestas explicitas de la crisis. En el mismo orden de ideas, asegurar que lo dicho por Caballero o Lopez de mesa allí era representativo de un movimiento intelectual de la época.
Gonzalo Sánchez, menciona que los intelectuales de 1950 se encontraban inmersos de una confrontación partidista, por lo que estos carecían de una autonomía que les hubiera permitido ejercer una función orientadora en medio de la crisis. Sin embargo, tanto Lopez de Mesa como Caballero no parecían ser dependiente de este partidismo político, sino que por el contrario juzgan y señalan a la dirigencia de estos.
Ahora, se retomarán los textos Por un país al alcance de los niños, de Gabriel García Márquez; y ¿Dónde esta la franja amarilla? de William Ospina como objeto de estudio. La obra del Nobel es un espejo del alma colombiana para muchos. Una obra relevante en cualquier exploración sobre la identidad nacional. Por otro lado, William Ospina pertenece a una generación nueva de escritores donde se ha destacado por cultivar el genero del ensayo, especialmente con el ya mencionado.
Algo de resaltar es que ni García Márquez ni Ospina comparten los prejuicios racistas de sus antecesores. Por el contrario, estos personajes revalorizan de manera positiva el mestizaje como un componente entrañable de la nacionalidad colombiana. Sin embargo, ellos adoptan criterios étnicos y culturales para definir la nación, menospreciando sus tradiciones políticas. García Márquez como tal no sugirió la inexistencia de la nación, pero si considera que es un ser por descubrir.
En un retrato final de la nacionalidad, esta aparece apenas un espejo de la desmesura. Una insignia de una sociedad sentimental nos induciría a un comportamiento criminal latente durante la historia reciente colombiana: nos matamos los unos a los otros por las ansias de vivir. La política, casi ausente de la reflexión en su proclama excepto a la hora de señalar como arbitrariedades de Bolívar y Santander, la ferocidad de las guerras civiles del siglo XIX. En el mensaje escrito en conmemoración de los 200 años de la UDEA, García Márquez fue muy explicito en negarle cualquier valor al ambiente político de la republica que sucumbió en un régimen de desigualdades mediante los dos ya conocidos partidos eternos junto con las elecciones sangrientas y manipuladas.
La orientación política de García Márquez para nadie fue un misterio. Él apoyaba el régimen castrista. No obstante, Gabriel no fue un hombre amante de hablar de la política. En ciertas ocasiones la evitaba; no obstante, esto no repercute que el de vez en cuando no haga. García Márquez era en su momento, la figura más intelectual y, por ende, la mas leída en un país donde los lectores brillaban por su ausencia.
Gabriel en su texto El general en su laberinto, sugirió que en Colombia existía una tradición democrática reprimida hace mucho años. Si bien, los textos ya analizados van enmarcados en un discurso antipolítico muy marcado; con William Ospina esto toma un tono mas marcado y absolutista con ¿Dónde está la franca amarilla?. Al igual que García Márquez, Ospina considera que un vivimos bajo el signo de la colonia y que los colombianos ignoramos nuestra identidad: “Es urgente descubrir que es Colombia.
Podríamos decir que los descubrimientos de Ospina no parecen muy originales. La aparente falta de cultura nacional (Expuesta por Lopez de Mesa) seguiría siendo una carencia colombiana. Ospina retoma el lenguaje extremo de Caballero cuando se habla de política. Según él, es esta clase dirigente y los partidos políticos tradicionales son motivo de rechazo. William opina que no es necesario agotarse en argumentos para demostrar la incapacidad del estado puesto que basta con mostrar el país que se tiene en ese momento. Sin embargo, en algunos de sus texto no separa claramente la sociedad, el estado y sus dirigentes: “El caso de la sociedad colombiana en los últimos 50 años es el caso de un estado criminal que criminalizó al país”.
Ospina anda en la búsqueda de un nuevo país. Él piensa que frente a tanta desolación lo mejor seria empezar de nuevo sobre las ruinas del bipartidismo faccioso y de su estado delincuente. Esta propuesta de Ospina no se limita a sugerir cambios al gobierno, sino que también implica a cambiar el modo de ser de los colombianos puesto que, este a fin de cuentas es el substrato en el que reposa el desorden de la nación. No podemos quedarnos simplemente con los literatos expuestos. El discurso de intelectuales sobresaliente tanto de la época como anterior a ella ya demostraban un lenguaje degradante de la política, la nacionalidad y sus instituciones.
1.2) Las ideas y el fusil
El marxismo-leninismo fue la idea primordial por minar en la democracia liberal de a mitades del siglo XX, especialmente el discurso revolucionario de Cuba de la mano de Fidel Castro y el Che Guevara. Marco Palacios dejo un cuadro del clima intelectual de los años 60, el cual perseveraría en los siguientes: “La violencia genérica aparecía en un ejercito de purificación colectiva, en una clave que habrá sido familiar a los anarquistas y narodniki rusos del siglo XX. En aquella época, este tipo de pensamiento atraía un sinnúmero de seguidores, no obstante, muchos de estos no solo acompañaban tales ideales con el pensamiento, sino que se lanzaron al huracán revolucionario convencidos que la violencia era la partera de la historia.
Este ambiente generado por tales ideales fue nocivo entre la juventud estudiantil, en los colegios y universidades publicas o privadas del país. Navarro Wolf fue uno de estos personajes que iniciaron este régimen del desorden, su proceso revolucionario por decirlo de alguna manera comenzó en la Universidad del Valle cuando en consignas vio pintado “No vote: luche, vivan las FARC, el ELN y el EPL”. Según su mismo recuento, esto lo llevó a leer sobre política y posteriormente ingreso en 1974 al M-19 incentivado por la influencia del movimiento estudiantil que le permitió ver el país desde otra perspectiva.
Al igual que Wolf, Vera Grabe también recibió este impacto revolucionario en el aula de clase, pero no en cualquier aula, sino en el selecto Colegio Andino de Bogotá. Esto y algunos acercamientos con el tema del Che Guevara lo llevaron de ipso facto a elegir su universidad ideal: La Nacional. Una vez allí el ambiente era el esperado, grupos de estudio con una idea política marcada lo convirtieron en un adicto de los textos de tinte marxista-leninista. El ambiente descrito por Navarro y Vera no era propio de sus universidades, sino que por el contrario se veía a lo largo del país (En algunos lugares en mayor medida que en otros), por ejemplo, la UIS era considerada un hervidero de pasiones revolucionas de donde personajes como Víctor Medina Morón (Uno de los 7 estudiantes formados en cuba para entrar al núcleo del ELN). Broderick relata que a finales de los años 60 el ELN parecía crecer, no tanto por los campesinos reclutados sino por la cantidad desmesurada de estudiantes colombianos en sus filas debido a la ola del entusiasmo pro la lucha armada. Muchas de las guerrillas fueron fruto de los intelectuales urbanos desafectos, estudiantes y profesores cuyos ideales eran revolucionarios, propio de aquella clase media/baja colombiana.
Obras de intelectuales comunistas criollos, como Colombia: país formal y país real, de Diego Montaña Cuellar justificaban la rebelión. En Colombia se había generado el clima perfecto de una revolución de liberación nacional. Por aquella época se menciona que el camino para una reforma agraria estaría señalado por una dolorosa guerra de guerrillas. Entre todos los libros que ayudaron fomentar el ambiente revolucionario, el propio Pizarro Leongomez destaca libros del Che Guevara y Regis Debray.
Es imposible no hablar del cura guerrillero, Camilo Torres. Un hombre intelectual, que entre sus pasajes estaba la formación de la facultad de sociología de la Universidad Nacional y su propio movimiento político: Frente unido. Un hombre de ideas claras que no se le hacía difícil divulgarlas. Fue en Paris donde tras encontrarse con cristianos a favor de la lucha independista de Argelia, descubrió que era posible forjar un matrimonio entre el cristianismo y las convicciones de la gente que tomaba las armas a favor de la liberación. En el primer congreso de sociología de 1963, Torres resaltaba a la violencia como aquella que le dio al campesino conciencia de sus necesidades, de sus propios recursos humanos. Su lenguaje no tardó en radicalizarse, por aquel entonces, en los predios de la UNAL él hablaba de la necesidad de pensar en una autentica revolución, mientras invitaba a los estudiantes a asumir una actitud rotundamente positiva ante los grupos revolucionarios. Apresurando su martirio, él concluía que la lealtad a la revolución debe estar acompañada por el sacrificio personal hasta las ultimas consecuencias. Lo mas interesante de este personaje era que con el de alguna manera la revolución se encontraba avalada por la misma cristiandad.
En su discurso de incorporación a la guerrilla en 1966 el cura torres proclama que las vías legales ya no son una opción por el pueblo, ya que estas están agotadas y que el pueblo, entre muchas otras mas cosas no cree en el gobierno tiránico ni en sus dirigentes. Según Walter Broderick en la revista semana, Camilo torres habría intentado un cambio radical mediante todos los medios democráticos a su alcance, solo cuando le cerraron las puertas entre 1961 y 1964 - frente a tanto obstáculo – simpatizó con los alzados en armas. Camilo Torres no produjo una obra intelectual sobresaliente. El legado simbólico de este personaje fue devastador al alimentar cierto destino de falsa fatalidad para la nación. Lo de este personaje era una entrega total a la causa, que, en un lenguaje bíblico, solo conducía a una desesperación fanática.
Si bien, la izquierda revolucionaria no generó grandes intelectuales, las ideas del marxismo-leninismo fueron las que propiciaron un clima intelectual en aquella Colombia de antaño. La idea del autor por agregar a Camilo Torres en este relato se basó en que la figura de un cura entregado al pie de lucha impactaría de alguna manera a los colombianos patriotas alinearse como él. Por otro lado, Torres es importante para demostrar como las ideas dominantes de la época legitimaron la violencia hasta el extremo.
Es importante recalcar que aquel sendero guerrillero que comenzó con ideales claros. Se torno gris con la venida de las grandes violaciones a los derechos humanos y especialmente, con el apoyo del narcotráfico a esta lucha. Las acciones guerrilleras no eran las mismas, se cuestionaba con ímpetu que estas propiciaran la justicia social, sino que, por el contrario, estas generaron toda suerte de extremismos como el recrudecimiento de la reacción, el vandalismo paramilitar y los excesos de sectores de la fuerza pública. La guerrilla, no era mas una voluntad popular libre, sino que con sus acciones fomentó paulatinamente una confusión política e ideológica muy marcada. Lo anterior fue una carta abierta a la coordinadora guerrillera, firmada por algunos de los intelectuales más importantes de aquella época.
1.3) Contra la corriente
Es errado e injusto decir reducir el mundo intelectual a aquellos que firmaron aquella carta en 1992. También, es poco acertado admitir que aquellos firmantes estaban identificados con algún grupo guerrillero en particular. Hace falta preservar aquel pluralismo que logró perseverar durante las décadas de fervor revolucionario.
Una sola izquierda unificada era algo surrealista. Dentro de esta misma posición ideológica proliferaron diversas posiciones. Entre ellas se encontraban los trotskistas, quienes buscaban la revolución sin la necesidad de una lucha armada. Entre tanto, algunos de los que originalmente simpatizaron la revolución, frenarían este ímpetu en los procesos de paz de Belisario Betancourt. Los intelectuales se mantenían a contracorriente, aunque siempre opacados bajo las modas marxistas-leninistas de la época.
Mario Latorre y Fernando Cepeda confrontaron la tesis de Camilo Torres en 1964 tras una reunión de la asociación de ex alumnos de la Universidad de los Andes. Estos no estaban de acuerdo con el supuesto grupo de presión que, según Torres, lograba ejercer un poder político real a través de un poder económico elevado. Para Camilo, la democracia solo existía en la participación en el poder de las mayorías. Él también, simplificaba la realidad colombiana a una confrontación dual; sin embargo, Latorre y cepeda defendieron una concepción plural del poder mientras reivindicaron las bondades de los mecanismos democráticos.
Entre tanto, a los contradictores de Camilo Torres les inquietaba la influencia de los grupos de presión, pero reconocían que no había uno sino muchos, a diferencia del cura. Estos grupos defendían a su vez sus propios objetivos: la iglesia, los obreros o los estudiantes. De acuerdo con Ulloa, todo estos grupos formaban un factor dentro de un proceso decisorio. En las democracias había que favorecer a los grupos de presión de los más vulnerables para que estos puedan luchar en igualdad de condiciones.
Lo mas importante por resaltar es que en aquella redonda se contrapusieron dos maneras de concebir a la democracia, que al tiempo enfrentaban la reforma de a la revolución. Cepeda y Latorre defendían la función estabilizadora de los grupos de presión que trabajan dentro de las estructuras para obtener de ellas decisiones favorables. Torres, por el contrario, tenia en la mira la modificación del sistema. Latorre y Cepeda se vieron allí forzados a exponer principios elementales de funcionamiento de la democracia mientras que torres se negaba en aceptar con dogmatismos. Sin embargo, en aquella mesa, Camilo no estaba solo pues sus interpretaciones tomaban eco en el historiador Indalecio Aguirre.
Posada Carbó trata de resaltar los que iban a contracorriente de las ideas mas populares de la época. Patricia Pinzón, Cepeda Ulloa y el propio Latorre eran unos de los muchos intelectuales que perseguían la defensa de la democracia liberal. Sin embargo, uno de los mas influyentes fue Alberto Lleras Camargo, quien como lo recuerda García Márquez, en la revolución cubana lo tildaban de un vasallo mas del imperialismo y las oligarquías nacionales. Lleras Camargo, un defensor de la institucionalidad democrática se centró en condenar en varias ocasiones al comunismo y al régimen castrista en Cuba. El tildaba de modificaciones del despotismo mas primitivo a los gobiernos comunistas, entre otras cosas. Lleras Camargo siempre trataba de hacer ver a sus lectores que, para los gobiernos antes mencionados, la separación de poderes, la independencia del congreso y los jueces eran solo pamplinas. La libertad, como según él lo expresa en 1972 era incompatible con la revolución. Es memorable como en el Teatro Colon en 1965, Lleras Camargo invitaba al sufragio de manera impetuosa bajo la idea de prevenir inadvertidamente que la republica se torne anárquica o dictatorial. Para Lleras Camargo no había elección insignificante, como lo expreso en 1972 cuando creyó oportuno recordar las realizaciones del frente nacional ante la visible perdida de fe entre los liberales y conservadores hacia sus propios partidos.
Ni la historia ni la ciencia política en general ha prestado la atención suficiente al pensamiento de quienes, como Lleras Camargo, mantuvieron desde los partidos la relevancia del discurso democrático en décadas de la adversidad revolucionaria. Como Lleras Camargo, Carlos Lleras restrepo también fue un fiel pujante de la democracia. Desde la revista Nueva Frontera que el mismo dirigía, donde realizaba tajantes críticas, pasajes y demás. Esta revista era la bandera del reformismo, sobre la base de aceptar la legitimidad de la democracia colombiana. El propio Lleras Restrepo menciona en uno de sus editoriales que Colombia es una democracia imperfecta pero perfeccionable. Según el, las instituciones eran básicamente buenas pero que, sin duda, estas podrían ser mejoradas mediante vías pacíficas. Carlos Lleras Restrepo reivindicaba a la tradición civilista del país y señalaba que, aunque nuestra democracia había pasado por periodos de graves quebrantamientos, la nación había sabido responder.
Alrededor de Nueva Frontera, se agrupo una joven generación de reformistas, de entre los que sobre sale Luis Carlos Galán; quien desde sus paginas se sumo a la campaña llerista contra el clientelismo mientras abogaba por restablecer los vínculos de su partido con los sectores intelectuales que se habían situado, según él, en el limbo entre la izquierda de inspiración totalitaria y un partido liberal que, sin saber en que momento quedó reducido a un simple rotulo.
1.4) Conclusiones
Posada Carbó buscaba realizar una indagación a las razones del desprecio intelectual contemporáneo para con las tradiciones liberales y democráticas expuestas en capítulos anteriores. Tal y como se comentó en el párrafo introductorio, se comenzó con una evocación personal sobre el ambiente de la opinión percibido durante sus años como estudiante universitario, bajo el aparente dominio de las doctrinas marxistas y el encanto de la revolución cubana. No obstante, como se observó en el primer ítem de este capítulo, el estado colombiano, sus dirigentes y sus instituciones ya se encontraban siendo atacadas de manera hostil por parte de algunos importantes intelectuales colombianos.
Sin olvidar las razones que explican una lucha armada por parte de las guerrillas como el obvio financiamiento del narcotráfico o la extorsión, en el capitulo se expuso de manera satisfactoria algunas de las dimensiones ideológicas que acompañaron el origen y desarrollo de estas guerrillas de los años 60. Sin embargo, a pesar de todo el cuento revolucionario que inicio a mitad de siglo, la democracia liberal aun continuaba con sus desarrollos. Posada primero planteó como se jugo el papel de los académicos, líderes políticos y periodista dentro de la situación planteada y posteriormente, revaloró algunos de los argumentos por parte de las figuras contracorriente de la época.
Es importante recalcar que aquella carta de 1992 fue casi un hito en la historia colombiana, puesto que esto, de alguna manera significaba el abandono de la intelectualidad a los grupos guerrilleros.
En palabras del Eduardo Posada, la superación definitiva de la crisis nacional exigirá esfuerzos intelectuales adicionales que desvinculen el destino de los colombianos de aquella cultura de la violencia y se haga un reencuentro del liberalismo y la democracia con el fin de devolverle el sentido a lo que aun seguimos buscando: nuestra nacionalidad.
2) ¿Cree el autor que la democracia en Colombia posee más seguidores o detractores? ¿Es posible fomentar la cultura democrática en nuestro país para desarrollar la Constitución de 1991 como merece?
El estudiante cree que en Colombia hay más seguidores de la democracia; sin embargo, la razón por la cuál se puede sentir lo contrario es debido a la desconfianza con sus representantes. Lo anterior se debe a que muchas personas se les puede escuchar afirmando que cada uno de los representantes son personas con intereses egoístas cuyo discurso va cambiando según sea la conveniencia.
Sí es posible fomentar la cultura democrática, pero se necesita primero que la gente vaya reconociendo su poder a la hora de escoger representantes. Puesto que, si uno observa las personas afirmando que no participan en eventos como lo es la votación, es debido a que creen que su acción no afecta en nada la situación. Sin embargo, de saber su importancia, podrían ayudar a reducir ese descontento con los líderes, siendo ellos quienes deciden que personas ocupan cargos públicos para servir y no encontrarse en un panorama totalmente distinto donde la gente parece que les sirviera a los líderes.
Este cambio de visión debe estar acompañado del respeto y la tolerancia, puesto que no se puede exigir o lograr cambiar un pensamiento a nivel global si cada persona no aporta su parte en el cambio. Esto se logra aceptando que no siempre las personas van a estar de acuerdo en todo y que algunas personas se pueden ver afectadas más que otras. Esto que menciono ya está mencionado en los primeros 5 artículos de la constitución, si la gente los aplicara, no tendríamos ese problema de identidad.
3) Elija un/una intelectual público colombiano (político, periodista, artista, académico, etc) que aborde los temas políticos y que valga la pena dar a conocer, justifíquelo. Si tiene una página web, es columnista, o tiene una fuente donde se pueden ver sus opiniones o trabajos, presente una muestra de su aporte.
En este caso, el alumno destaca a Juan Gossaín
Figura 2: Juan Gossaín
Este señor busca ser imparcial en sus opiniones críticas, es decir, no busca dar apoyo ni a los pensamientos de derecha ni de izquierda. De esta forma logra tener una visión poco subjetiva basada en sentimientos. En sus diversos artículos se enfoca en hacer visualizar la desigualdad presente en Colombia para así enfocar sus argumentos y escritos para concientizar al lector y así éste pueda ser parte del progreso.
Dentro de sus últimas apariciones hizo unos conversatorios a través de las redes sociales en temas relacionados a la desinformación durante la pandemia. En especial, desde un punto crítico hacia el periodismo y su papel en la distribución de la información.
Referencias
[1] E. Posada Carbó, La nación soñada. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 2006, pp. 211-261.
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